Durante los cinco últimos años más o menos, he reducido mis conferencias y viajes y me he convertido en una especie de agricultora. Paso la mayor parte de mi tiempo en mi hermoso huerto y jardín lleno de plantas, flores, frutos, verduras y árboles de todo tipo, y disfruto muchísimo poniéndome a gatas para cultivar la tierra. Bendigo esa tierra con amor y ella produce para mí en abundancia.
Soy agricultora orgánica, de modo que ni una sola hoja sale jamás de mi propiedad. Todo va a parar a un montón para convertirse en abono, y poco a poco voy alimentando mi tierra para que sea nutritiva y fértil. También como tantos productos de mi huerto como puedo, y disfruto de fruta y verdura fresca durante todo el año.
Hablo aquí de mis actividades de horticultura a modo de introducción a algunas de las cosas que voy a presentar en este libro. Verás, tus pensamientos son como las semillas que plantas en tu jardín. Tus creencias son como la tierra en la que siembras esas semillas. La tierra fértil y nutritiva produce plantas fuertes y sanas. Pero hasta a las semillas buenas les cuesta crecer en tierra empobrecida, llena de malas hierbas y piedras.
Los jardineros saben que para trazar un nuevo jardín o rehacer uno viejo, lo más importante es preparar la tierra de cultivo. Primero es necesario eliminar las piedras, las malas hierbas y las plantas viejas y estropeadas. Después, si es un jardinero responsable cavará la tierra hasta una profundidad equivalente a dos palas, retirando más piedras y raíces viejas. A continuación añadirá tanta materia orgánica como sea posible. Soy partidaria del abono orgánico, estiércol de caballo y harina de pescado. Sobre la tierra suelta y limpia se ponen entre siete y diez centímetros de estos abonos y después se remueve la tierra con la pala y se mez cla bien. Es un trabajo que vale la pena hacer para plantar. Cualquier cosa que se plante en esa tierra brotará y se con vertirá en una planta fuerte y sana.
Lo mismo ocurre con la tierra de nuestra mente, nuestras creencias básicas. Si queremos que nuestras nuevas y positivas afirmaciones, es decir, los pensamientos que tenemos y las palabras que decimos, se conviertan en realidad tan pronto como sea posible, entonces haremos el esfuerzo extra de preparar nuestra mente para que esté receptiva a estas nuevas ideas. Podemos hacer listas de todas las cosas que creemos (por ejemplo, «Qué creo del trabajo, la prosperidad, las relaciones, la salud», etc.), y luego examinar esas creencias para detectar lo que hay en ellas de negativo. Puedes preguntarte: «¿Deseo continuar basando mi vida en estos conceptos limitadores?». Entonces cava más hondo para eliminar las viejas ideas que jamás van a apoyar tu nueva vida.
Cuando hayas eliminado tantas creencias negativas como puedas, añade una gran dosis de amor y trabajo en esa tierra de cultivo de tu mente. Así, al plantar nuevas afirmaciones en ella, van a brotar y crecer con sorprendente rapidez. Y tu vida mejorará con tanta velocidad que te maravillará lo que suceda. Verás, siempre vale la pena hacer ese esfuerzo extra para preparar la tierra, ya sea de tu jardín o de tu mente.
A partir de una pequeña semilla estás creciendo hasta transformarte en un elevado y hermoso árbol que tiene sus raíces firmemente arraigadas en el suelo. En otras palabras, estás creciendo en eso tan complejo, magnífico, misterioso e incomparable que llamamos ¡VIVIR!
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